Indígenas rechazan proyectos ecoturísticos en Chiapas, que “cunden como epidemia”
“Con presiones han obligado a nuestras autoridades a firmar”, denuncian en Soctic
Hermann Bellinghausen
San Cristóbal de las Casas, Chis., 2 de noviembre. De manera explícita y cada vez más insistente, la “política de desarrollo” impulsada desde los gobiernos federal y estatal para Chiapas trata de obligar a campesinos, artesanos, pescadores y productores a que entreguen sus tierras y parajes al gran Moloch del turismo, que desde los escritorios y restiradores de los planeadores e inversionistas se ha entronizado como la “solución” para la pobreza y el mejor “aprovechamiento” de los atractivos naturales.
El aval para este turismo, prestigiado según la moda como “arqueoecológico” y “de aventura”, lo promueven criterios “ambientales”. Se echaría a los habitantes indígenas de las áreas naturales a ser “protegidas”, y de la mano entrarían cabañas, hoteles, estacionamientos y servicios.
Estos fantasmas han sido vistos ya en la selva Lacandona, las riberas de los ríos Agua Azul y Bascán, los Lagos de Montebello y la costa del océano Pacífico. Se materializan algunos, pero la gente que los puebla les estorba. Una parte, claro, tendrá el privilegio de servir a los visitantes y vivir de sus propinas. Los demás, pues a emigrar, que también es una práctica respaldada por el gobierno.
La fiebre del binomio turismo/protección ambiental no quiere dejar un solo “paraje mágico” sin explotar. Ahora toca al insospechado municipio Villa las Rosas. Y allí encuentra resistencia, como en el resto de los territorios indígenas del estado, zapatistas o no.
Continuar leyendo: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/03/index.php?section=politica&article=013n1pol
Hermann Bellinghausen
San Cristóbal de las Casas, Chis., 2 de noviembre. De manera explícita y cada vez más insistente, la “política de desarrollo” impulsada desde los gobiernos federal y estatal para Chiapas trata de obligar a campesinos, artesanos, pescadores y productores a que entreguen sus tierras y parajes al gran Moloch del turismo, que desde los escritorios y restiradores de los planeadores e inversionistas se ha entronizado como la “solución” para la pobreza y el mejor “aprovechamiento” de los atractivos naturales.
El aval para este turismo, prestigiado según la moda como “arqueoecológico” y “de aventura”, lo promueven criterios “ambientales”. Se echaría a los habitantes indígenas de las áreas naturales a ser “protegidas”, y de la mano entrarían cabañas, hoteles, estacionamientos y servicios.
Estos fantasmas han sido vistos ya en la selva Lacandona, las riberas de los ríos Agua Azul y Bascán, los Lagos de Montebello y la costa del océano Pacífico. Se materializan algunos, pero la gente que los puebla les estorba. Una parte, claro, tendrá el privilegio de servir a los visitantes y vivir de sus propinas. Los demás, pues a emigrar, que también es una práctica respaldada por el gobierno.
La fiebre del binomio turismo/protección ambiental no quiere dejar un solo “paraje mágico” sin explotar. Ahora toca al insospechado municipio Villa las Rosas. Y allí encuentra resistencia, como en el resto de los territorios indígenas del estado, zapatistas o no.
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